lunes, 6 de mayo de 2013

Reliquias - Prólogo: Parte III - Sueños Oscuros


Prólogo

Parte III - Sueños Oscuros


Nos rodeaban, y eran muchos. Eran una especie de mezcla entre sombras y demonios, todo a la vez, y tenían a Carlos atrapado. Estábamos perdidos. Yo estaba muerto de miedo, y para colmo no tenía nada que hacer. Intenté invocar Espíritus de Luz, pero me cansaba conforme salían invocados y repelían un par de sombras.  

Yo seguía intentándolo, intentándolo e intentándolo. Pero aún quedaban muchos. Entonces me di cuenta de que no podría solo por lo que lancé un Espíritu contra la criatura que estaba aprisionando a Carlos y le liberé. Entonces él invocó una figura enorme que emanaba una gran cantidad de luz y caí al suelo desmayado. 



*   *   * 



Soñaba con una chica que estaba rodeada por raíces de oscuridad que la atrapaban, la atrapaban, la atrapaban y luego la ahogaban, lentamente... Grité y me desperté sudado, alarmado. Me dolía todo, estaba tumbado en una cómoda cama en una sala de forma rectangular.  

Estaba decorada con muchas florituras, columnas y arcos. La sala estaba hecha de mármol blanco, muy pulido de forma que daba esplendor a la sala. En un extremo de la sala había una puerta de madera. Alguien irrumpió en la sala. Era una muchacha, rubia y con ojos azules, muy bella. Se sentó a mi lado y me dijo: 
- Has estado durmiendo mucho tiempo. ¿Qué tal te encuentras? - su voz era melodiosa. 
- Pues... - intenté incorporarme y me caí de nuevo en la cama por el dolor. - Bastante mal. 
- No te preocupes, ya tendrás tiempo de recuperarte. Me llamo Ashe. - me miró curiosa - Por lo que me han dicho eres Enrique. - Asentí - Carlos me ha contado que si no hubiese sido por ti, las sombras os habrían atrapado. 
- Bueno... yo... Lo cierto es que él hizo todo el trabajo, si no hubiese sido por él... 
Sonrió y salió de la habitación dando saltitos detonando una alegría inmensa. Yo me tumbé y me volví a dormir. Volví a soñar con aquella chica pero ahora estaba a mi lado y me hablaba. Nos dirigíamos a un abismo negro, oscuro como la boca de un lobo y yo caía... caía... y caía... Me volví a despertar asustado. Carlos estaba al lado mío. Sonrió y me dijo: 
- ¿Qué tal te encuentras? - le respondí que mejor que antes, se rió - Han pasado dos días desde que Ashe entró a verte. 
- ¿Dos días? - me sorprendí mucho. 
- Vamos, vístete, tenemos que ir delante de Gardross. 
Iba a preguntar quién era Gardross pero él ya había salido de la habitación. Busqué un armario en la habitación y lo encontré en un extremo. Toda la ropa eran túnicas, parecidas a las que vestían Carlos y Ashe. La de los chicos, por lo que había visto, era más ajustada que la de las chicas. Era de color blanco, como casi todo lo que había visto allí, y con rayas azules que rodeaban la túnica, como si fuesen enredaderas. Lo cierto es que quedaba bastante bien. 
Salí de la sala a un largo pasillo, completamente vacío, de aspecto similar a la habitación. Continué el camino hasta llegar a una bifurcación. "Genial, - pensé - ahora por dónde voy..." Escogí el camino de la derecha y me acabé topando con un joven, también con túnica que me miró y debió de adivinar quién era, lo cual me pareció bastante extraño, porque dijo: 
- ¡Hola Enrique! ¿Te diriges a ver a Gardross? - Señaló una puerta - Es justo ahí, venga pasa. 
Dubitativo pasé por la puerta y acabé en una sala circular, en la que había un altar en el que estaba sentado un anciano, que dedujo que sería Gardross, y Carlos sentado en el centro, en una silla. Había otra silla vacía a su lado. 
- Ah... ¡Aquí está Enrique! - Exclamó - Pasa, siéntate. - Me senté. - Ahora, cuéntanos lo ocurrido. 
Le relaté todo lo ocurrido, desde que salí de Caerleón hasta la batalla de las sombras. Cómo las habíamos vencido. Gardross no paraba de mirarme fijamente. Descubrí a otro hombre a un lado que miraba a Carlos atentamente. Gardross asintió, miró al otro hombre y éste dijo: 
- Por el poder de la Luz, acuso a Carlos de enseñar a un mago sin experiencia una invocación. Esto podría haber matado a Enrique. Pido una sentencia de muerte.


Fin del Prólogo



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