miércoles, 29 de mayo de 2013

Reliquias - Capítulo IV - Planes



Capítulo IV
Planes

- No tan rápido. -Dijo Cardama con una sonrisa malévola. - ¿Adónde pretendes ir?

Mónica le miró petrificada. Cardama sabía lo que ocurría, y ella seguramente se pensaría que iría a llevársela, cosa que estuvo pensando hacer. Pero no, iba a acompañarla o, si no le dejaba, iría a decírselo a los demás. Mónica dijo con una voz susurrante:

- No, por favor, pretenden matarme, déjame ir. - Le miró con una cara suplicante. - Por favor.

- De acuerdo. - Mónica estaba ya sonriendo cuando Cardama continuó. - Pero si me dejas ir contigo.

Como esperaba, Mónica empezó a echar humo por las orejas. Su relación con ella de pequeños... No era del todo agradable. Pero estaba decidido a soportarla con tal de poder ir a MuuShu... Sí, tenía tantas cosas pensadas...


- O si no... Puedo volver... Decir que te has ido a MuuShu... - puso una sonrisa malévola - Y dejar que te posean y una vez cumplido tu trabajo matarte, ¿no?

- ¡No! - chilló - Jamás lo harían...

- ¿Ah, no? Entonces te has ido de allí y estás huyendo porque... - dejó la frase en el aire y sonrió - Además, hay que dejar atrás el pasado ¿No? Y mirar hacia el futuro... Quieras o no, voy a ir contigo.

Empujó a Mónica a la Puerta de la Espiral y su cuerpo se desvaneció. Se introdujo en la Puerta y rápidamente, antes de desvanecerse, selló la Puerta.
Aparecieron en una sala de aspecto, que, como lo llamarían en algunos mundos del La Espiral... Oriental. El rojo carmesí llenaba la estancia junto a las formas extrañas. Un puente del mismo color se alzaba sobre un pequeño arroyo. Había una puerta al fondo. El acceso al Palacio de Jade. Mónica estaba tirada en el suelo mirándole rabiosa. Tendría que arreglar aquello de alguna forma. Cardama se sacudió su pelo negro y ayudó a Mónica a levantarse.

- Bueno, ¿ahora qué? - le preguntó Mónica - ¿Se te ocurre algo?

De pequeño, en la escuela, era el primero de la clase. Se le ocurrían cosas muy rápido, por ello, seguramente le preguntó. Sonrió.

- Tengo un plan. - Miró a Mónica - Vamos a buscar el Ojo de Bartolomé. - Mónica se le quedó mirando.

- ¿Para qué? Se perdió hace años. - Dijo poniendo los ojos en blanco.

- Gente de MuuShu lo ha visto. Ha habido gente que se ha vuelto loca, por solo tocarlo... Creo que sé dónde está.

- ¿Dónde? - Se quedó boquiabierta.

- En un lugar cercano a la Tumba de los Ancestros.

- Pero, ¿Para qué lo quieres?

- Con ello podríamos detener esto. La lucha eterna entre Luz y Oscuridad. - se quedó muda - ¿No lo ves? Nos vamos a acabar destruyendo mutuamente como esto siga así.

Después de ello, ella asintió y no dijo una palabra más. Comprendía que para ella sería extraño. Tu vida consiste en un entrenamiento para destruir la Luz, y luego resulta que quieres impedir la lucha. Aunque, por supuesto, no se lo dijo todo. Iba a ser complicado, pero después sería todo tan perfecto... Salieron al exterior y se encontraron en las afueras del Palacio de Jade, un pequeño pueblo que, al fondo, tenían una estatua de Muudha. Estaba lloviendo.

- Ponte la capucha, cuanta menos gente nos vea, mejor.

Se taparon y fueron corriendo por el pueblo hasta llegar frente la estatua de Muudha. Mónica se quedó contemplando la estatua un rato.

- ¿Pasa algo? - preguntó Cardama.

Ella le miró y dijo en voz baja:

- Nada.

Nos dirigimos a un camino que se encontraba a la derecha y acabamos en un Jardín Zen gigante. Estábamos a medio camino del jardín cuando un destello llenó todo y un Arcángel de Luz golpeó a Cardama, dejándolo malherido. Mónica chilló, presa del pánico, y se empezó a concentrar. Tardaría un rato en ejecutar el hechizo. Cardama se levantó y descubrió a un joven moreno, posiblemente de su edad, que estaba preparando otro hechizo. Cardama lanzó un hechizo aturdidor y el desconocido gritó, teniendo que cancelar su hechizo. Mónica lanzó su invocación y apareció un gigantesco monstruo de tres cabezas que miraba al desconocido, listo para atacar. Era una Hidra oscura. Mónica estaría agotada, pero surtió efecto. La Hidra atacó al desconocido y cayó al suelo gritando. Su capa blanca se iba llenando de un color rojo oscuro y su voz se iba debilitando cuando sacó un rollo de pergamino, lo extendió y gritó con todas sus fuerzas:

- Ha'mae!

Tuvo unos segundos para comprender su significado: Armonía, en el idioma antiguo de La Espiral. Entonces todo se puso negro, negro, negro... Y desapareció todo.


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