Capítulo III:
Ashe
- Gracias. -
Le miró y antes de que dijese nada se fue, dejándole con la palabra en la boca.
Enrique se
quedó mirando con tristeza cómo se alejaba Carlos de allí, sabía cómo se
debería de sentir en aquel momento, pero había sido duro con él. Quería ir
corriendo a su habitación a despedirse de él pero una voz detrás dijo:
- ¡Bueno!
Así que eres el Portador de la Luz.- Se dio la vuelta y se encontró con Ashe. -
¿Qué ha pasado ahí dentro?
- A Carlos casi
lo sentencian a muerte. - Ashe se sorprendió - Lo han enviado a una misión
especial.
- Ha debido
de ser algo muy grave. - Dedujo que no quería hablar del tema, se lo agradeció
silenciosamente. - ¿Quieres conocer el Palacio de Luz? - Asentí.
Ashe le guio
por muchos correderos y salas. Se detenía en algunas explicándole un poco de
ella. "Esta es la Sala del Conocimiento, en ella solo pueden entrar unos
pocos. Si entras sin autorización te podrías volver loco." o "Ahí no
entres jamás. Es la Biblioteca de los Sabios, para eso ve a la otra, la
Biblioteca de Luz, porque en esta los bibliotecarios son muy quisquillosos, y
por una gota de sudor en un libro o un solo rasguño te castigarán." o, tal
vez, "Oh, este lugar es genial, un día debemos venir más tiempo. Es la
Sala del Tiempo. En ella podemos ver diferentes acontecimientos de la historia
pasada, y en el centro hay un portal que lleva a la Sala del Espacio, donde
acabas en una sala... Bueno, ya verás." Todas las explicaciones de Ashe
eran parecidas. La verdad, Ashe le caía bien. Le parecía muy vivaracha, alegre,
simpática y divertida.
Salieron a
fuera. El exterior era de un esplendor maravilloso. Los jardines recorrían cada
centímetro del Palacio. Unos arcos inundaban el lugar, junto a columnas,
pequeñas fuentes, luces flotantes y cascadas que caían al vacío. Ashe le guió
hasta un lugar que no se parecía en nada a lo que había alrededor. "Este
es el Campo de Entrenamiento, mañana empezarás con las clases. Espero que no te
toque con Harrem, es muy duro. Aprenderás muchas cosas, ya verás." Después
le sonrió y dijo:
- ¡Oh! Se me
ha olvidado un lugar.
Le llevo
casi arrastrándole por los caminos de piedra blanca hasta una plaza con una
fuente enorme en medio. En ella había diferentes puestos y edificios en los que
ponía: "Restaurante del Dinosaurio Rosa, ¡Ven y prueba nuestra deliciosa
comida!" o "Utensilios Ben y Harry, todo en magia y objetos
comunes." Le exclamó alegre:
- ¡Vamos a
cenar algo al Restaurante del Dinosaurio Rosa, ya empieza a ser tarde! -
Entonces le miró con mala cara - Se me olvidaba, no tienes oro...
- No - se
avergonzó ligeramente. - ¿Cómo consigo?
- Fácil, -
le guiñó un ojo - haciendo trabajillos para la gente, fabricando cosas y
vendiéndolas... Hay muchas maneras, por ejemplo, yo vendo ropa - le sonrió - Si
quieres un día te la enseño y te regalo lo que quieras.
- Oh,
gracias... Qué detalle - sonrió y ella se rio.
- ¡Venga,
vamos, te invito a lo que quieras!
Le cogió de
la mano y le llevó corriendo a la puerta del Dinosaurio Rosa. Por dentro era
una alegre taberna con gente sentada bebiendo y comiendo. Reían, jugaban y
charlaban. La comida parecía muy apetitosa. Ashe se acercó al tabernero:
- ¡Hola
Yagui! - Era un muchacho mayor que Enrique, calculaba unos 20, moreno y sonriente,
le miró con buena cara.
- ¿Quién es?
Nunca le había visto.
- Oh. - Le
miró y dijo - Se llama Enrique, viene de Ávalon. Es su primer día.
- Hola - Le
saludó.
- ¡Ah,
bueno! Todos tenemos el primer día... Todo nos parece raro, pero hay que ser
agradable con la gente nueva. ¿Eh? - Enrique le sonrió.
Después Ashe
pidió para ambos deliciosa bebida a la que llamó Néctar de Hada, sabía dulce y
estaba frío. Llevaba nata encima. Enrique se relamió, y vino un camarero
pelirrojo con un cazo de comida caliente muy apetitoso. Se lo comió todo
vorazmente. Ashe pagó y se fueron a fuera. Ya era de noche.
- Bueno...
Deberías irte a dormir pronto. Mañana será un día duro.
- Muchas
gracias, Ashe. Has sido muy amable conmigo.
Entonces
ella sonrió y le dijo:
- Bueno,
para eso están los amigos. - Se despidió y se alejó dando saltitos alegres.
Enrique
sonrió y se dirigió a su habitación. Abrió el armario y se lo encontró con
mucha ropa. Había una nota:
"Te he
dejado lo necesario, ropa, oro, higiene... Aunque alguna que otra cosa más. Por
las molestias. Un saludo, Gardross."
Dejó la nota
y se puso el pijama. Había sido un día agotador, pero tan agradable... Se tumbó
en la cama, y a pesar de no parar de pensar en Carlos y su mala suerte, su
último pensamiento iba dirigido a Ashe.
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