jueves, 2 de mayo de 2013

Reliquias - Prólogo: Parte II - La Oscuridad del Día



Prólogo:

Parte II - La Oscuridad del Día


En el momento de mi secuestro no creía en la magia, había desaparecido hacía siglos, en la Guerra. Pero ahí me encontraba, en una colina, viendo como todo el mundo se volvía de un tono rojeo, lleno de humo y ceniza. La ciudad en la que había vivido durante tanto tiempo... quedaba reducida a cenizas, mi familia, mis amigos, la gente del mercado que veía todos los días, todo quemado, todo muerto.




Según mi secuestrador me dijo, sí, aquel de la capa y capucha negra, debía ponerme a salvo. Al principio no le creía, pero conforme explicaba, veía que tenía razón. El tipo, se había hecho pasar por unas personas llamadas Los Seguidores de las Tinieblas, y así poder salvarme, pero, ¿por qué a mí? Decía que yo era el mago más poderoso de Luz que nunca había existido. 
Aquello, no tenía sentido, porque no había realizado nunca magia. Según las historias contaban, la magia era una especie de invocación de criaturas para defenderse, sonaba fascinante, pero no por ello me fié más de mi nuevo amiguito. 
Me contó, que Los Seguidores de las Tinieblas, no querían que volviese la magia, porque había una profecía, que según contaba, un muchacho de buena vida de Caerleón, (ya ves, clavadito a mí), lucharía por la Luz, devolvería la magia perdida, y destruiría la Oscuridad. 
Por ello, Los Seguidores de las Tinieblas, querían verme muerto, ¿cómo sabían que era yo? Porque la profecía (sí, parece que se ha metido en mi vida y lo sabe todo sobre mí) relataba que se metería en los adentros del Patio de Armas a realizar una entrega a un gran Lord de la ciudad y entonces su vida se llenaría de tinieblas. 

Poco a poco, no sé por qué, empecé a creerle, (a ver, ¡qué remedio!) y mientras finalizaba la explicación se retiró la capucha. Era un joven, no mucho mayor que yo, con el pelo moreno y ojos verdes, quizá tuviera dieciséis años. Me dijo que se llamaba Carlos, y que venía de muy lejos. Del mundo secreto de los pocos seguidores de la Luz que hoy en día siguen vivos. Solaria. 

Al parecer, muchos mundos de la Espiral habían desaparecido, o se vieron sumergidos en las Tinieblas, desde la caída de Merlo y de la Gran Batalla de Cuervosoto, en la que desapareció la magia como había existido siempre... En siete escuelas de magia y no en dos. Además de que gran parte de la magia había dejado de existir. ¿Sería el último mago? 
- ¿Cómo hago magia? - pregunté de pronto - Quiero decir, si soy mago... debería saber magia. 
- Nuestros maestros de la Luz te enseñarán - dijo con su voz suave - No irías a creer que solo quedabas tú. - Añadió al ver mi reacción, se rió. - Claro que no, simplemente, que quedan muy pocos, y algunos son de tu edad, pero otros son muy, muy ancianos. 
- Pero entonces... Habrá también magos en las Tinieblas ¿verdad? - carraspeé - Quiero decir, que habrán incendiado la ciudad con magia... y... - No podía hablar, se me hizo al instante un nudo en la garganta, y empecé a darme cuenta que no volvería a ver a mis padres jamás. Contuve las lágrimas. Por suerte, Carlos comprendió lo que ocurría y dejó el tema. 
Fuimos andando, a destino incierto, durante buena parte del día y yo estaba bastante cansado, así que pedí que nos detuviésemos un rato a descansar en una colina de la Calle Alta. Carlos me invitó a beber un poco de agua y sacó tentempiés para comer. No me había dado cuenta del hambre que tenía. Sacó queso, jamón serrano y buen pan. Yo, acostumbrado a comidas más contundentes, me quedé con hambre, y al pedir más me dijo: 
- No, queda camino por delante y hay que hacer reservas. 
Dicho esto, no se volvió a hablar del tema, tema zanjado. La verdad, es que no me caía muy bien Carlos, me parecía muy reservado. Estaba preguntándome cosas sobre cómo sería hacer magia, sobre tantas cosas que había leído sobre ella... ¿Serían ciertas? Estaba deseoso de saberlo. Quizá se me notó en la cara porque Carlos dijo: 
- ¿Impaciente? - Asentí - La magia es complicada, y puede tener efectos desastrosos si se utilizan mal. - Me disgusté - La magia gasta tu energía vital, o maná, y si te quedas sin maná, pues, sencillamente, mueres. - Me quedé boquiabierto - No pensarías que sería fácil. Cuanto más fuerte es una invocación, más maná gastas, normalmente te sientes cansado, y debes saber cuáles son tus límites. 
- ¿Cómo sabes tanto? - le pregunté, seguramente tenía que saber algo... 
- ¡Ah! Creí que te lo había dicho, soy Aprendiz de mago de la Luz. 
- ¿Me enseñas? Por favor, por favor, por favor... - supliqué - Aunque sea lo más básico de lo básico. 
- Bueno... Supongo que podría - me entusiasmé - Aunque no debería. 
Entonces nos sentamos y él se puso a pensar qué podría enseñarme, estuvo hablando consigo mismo un buen rato hasta que me miró y dijo que me enseñaría a invocar un Espíritu de Luz, el hechizo más básico. Era un trabajo laborioso, requería mucha concentración. Me indicó que debía imaginarme un Espíritu de Luz, (como si supiese cómo eran) al darse cuenta de que no sabía que era, me indicó que me imaginase un fantasma de un caballero o persona buena, de corazón amable y puro. Intenté hacerlo. 

Cuando tuve más o menos una imagen formada en la cabeza me indicó que desease con todas mis fuerzas que estuviese delante de mí, de tal forma que me hiciese una imagen mental de mí y Carlos en la misma colina pero con ese Espíritu delante de alguno de los dos. Lo hice. Abrí los ojos. 
- ¡Guau! - me quedé alucinado. 
Delante de mí se hallaba el fantasma de un caballero blanco con tonalidades doradas que me miraba fijamente, sonriéndome. 
- Dale una orden, si lo deseas, puedes hacerlo imaginándote lo que hará en tu cabeza, esto sirve para que los demás no puedan anticiparse a tu movimiento. 
Lo hice, me imaginé al Espíritu dando una colleja a Carlos y al instante se quejó. Yo me reí. No me podía creer lo que ocurría. Desde entonces tenía confianza plena en Carlos, y supe que me había equivocado respecto a él y me cayó simpático. Estuvimos practicando el mismo hechizo un tiempo hasta que dijo que ya era suficiente, que no debería habérmelo enseñado, porque se lo tienen prohibido. Así que seguimos andando por las colinas de la Calle Alta, con las torres destruidas. Notaba la inseguridad de Carlos en su rostro, supuse que algo iba mal. Empezaba a oscurecer, el sol se ponía por el horizonte y Carlos me dio prisa: 
- Vamos, rápido, debemos llegar pronto a las Ruinas. - me instó. 
Insistió de ello varias veces por el camino, y al final empezamos a atisbar a lo lejos unos arcos de piedra destruidos. Las Ruinas. Hacía tiempo, habían sido el corazón de la esperanza para Ávalon, allí se había reunido la Resistencia. Era un lugar emblemático. Había una misteriosa puerta en un extremo de las ruinas. Según había leído era La Puerta de la Espiral. Con ella podías acceder a los demás mundos, pero ahora estaba sellada. O al menos, eso creía. 

La noche empezó a tragarse la luz. Cuando llegamos en frente de la Puerta, Carlos se puso a observar la puerta con detenimiento y después cerró los ojos. Decidí dejarlo trabajar. Me senté en el suelo y me puse a mirar el paisaje. Carlos empezaba a murmurar palabras en otro idioma. Me puse a pensar en mis cosas: "Al fin, estoy viviendo una aventura, no me lo puedo creer... mi sueño se ha hecho realidad, pero es más aterrador de lo que pensaba..." "¿Cómo habrán muerto papá y mamá...?" Decidí no seguir por ese camino, porque sabía que acabaría mal. 

Carlos seguía hablando y yo empecé a sentir sueño, me tumbé y me hice un ovillo. Seguía pensando y pensando, mirando los astros y soñando... soñando y soñando. Hasta que me di cuenta de que algo no me cuadraba. Intenté pensar qué no me cuadraba, que sensación más extraña era. Entonces me di cuenta. Carlos había dejado de hablar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario