miércoles, 1 de mayo de 2013

Reliquias - Prólogo: Parte I - El amanecer de la Oscuridad


Prólogo

Parte I - Un amanecer de la Oscuridad



Estimado amigo, me pregunto cuánto tiempo tardarás en recibir esta carta, pero si la has recibido, es porque al fin, he encontrado a alguien con sangre mágica en las venas que no se descanta por Luz y Oscuridad y simplemente sigue la Armonía. Quizá no la hayas descubierto aún, pero de ser lo contrario, ya sabrás los peligros y maravillas que esto supone. Precisamente te envío esta carta, porque, podría ser que hoy fuese mi último día, pero no te preocupes, lo importante ahora es contarte mi historia, sobre los peligros que surgieron al salir de mi hogar, y sobre los peligros que suponían hasta las personas más cercanas a mí.

Mi nombre es Enrique, y, ahora mismo, tengo catorce años. Vivía en un lugar llamado Caerleón, una ciudad pintoresca en un tranquilo reino llamado Ávalon. Caerleón era la capital de Ávalon, desde hacía muchos años, y allí se encontraba la gran Fortaleza de Gánelon. Quizá suene extraño, porque quizá... no vivas aquí. Podrías perfectamente vivir en Bosqueoscuro, o en La Tierra, o podría ser que en Muushu, pero esas dudas ya te las iré aclarando poco a poco en la historia que viene a continuación.


Para cuando ocurrió todo, yo tenía trece años, un año menos que los que tengo actualmente. Lo cierto es que mi calidad de vida era bastante envidiable. Vivía en una mansión del Alto Caerleón con mi alegre familia de adinerados comerciantes, pero yo no disfrutaba de ello. La mayoría del tiempo, yo me pasaba en la biblioteca leyendo historias de otros lugares, de aventuras y sobretodo de mi héroe favorito, Merlo Ambrosio. Mi héroe, había muerto hace años, pero su vida había sido apasionante, había sido compañero del Rey Arturio I durante muchos años, hasta que se vio obligado a abandonar Ávalon con su lechuza Gamma para fundar una escuela de magia en un lugar llamado Magoburgo. Pero, como en toda historia, siempre hay alguien que la lía. En este caso, una aprendiz suya, la mejor dicen, se internó en la búsqueda de magias alternativas, oscuras, y muy, muy poderosas. Al final había acabado encantando al Rey Arturio I, convirtiéndolo en el temido Pendragón que sembró el terror por las tierras de Ávalon, pero años más tarde, Merlo Ambrosio, llamó a uno de sus estudiantes y logró derrotar al Pendragón.

Mi familia, sin embargo no se gastaba el tiempo en estupideces. Se centraban en su trabajo, y en que yo, de mayor fuera un buen comerciante, y pudiera vivir bien. Yo no quería eso. Te preguntarás porqué renunciaba a una vida cómoda. Pues la verdad, es porque quería vivir una aventura. Poder hacer algo en mi vida que no fuese solamente vender, comprar y ganar dinero, dinero y más dinero. Pero me sentía triste, e inseguro, porque sabía que no me atrevía a decírselo a mis padres y porque era muy improbable que me ocurriese algo similar, cuánto me equivocaba.

Para entonces, ya conocía muchas historias y me había informado bien de cientos de cosas sobre los secretos más profundos de La Espiral, como el famoso Ojo de Bartolomé, que lleva muchos siglos perdido.
Yo, era un chico de proporciones normales, con la cara con facciones suaves y un largo pelo oscuro, pero con mi ropa, llevaba puestos unos pantalones ajustados color marrón, una camisa de lana suave azul, y unas botas suaves. Mi aspecto no solía variar demasiado.

La verdad, es que mi vida iba muy bien y tranquila, una rutina normal y todo eso, comerciando con algunas personas de la ciudad, hasta que, una mañana, temprano, me desperté en mi habitación y descubrí a mi madre llamándome. Supuse que sería un encargo temprano, y en efecto, aquello era. No me entretendré en describir a mis familiares, porque me resulta doloroso. El aire frío entraba por la ventana e hizo que me diese un escalofrío. Todavía no había amanecido, por lo que debería llevarme un farol de aceite. El encargo consistía en llevarle a un gran noble de la ciudad su cuadro que había comprado días antes, que ya estaba listo para ser enviado. Me levanté perezoso, y una vez mi madre salió de cuarto, me vestí.

Al poner un pie fuera de mi casa, el frío me recorrió el cuerpo descontroladamente. Me puse la capa que llevaba al hombro y me la puse, encendí el farol y me puse la capucha de la capa sobre la cabeza. La calle estaba desierta. Crucé el jardín de mi casa y abrí las puertas de hierro. Tuve una sensación de inseguridad. Nunca había ido a los alrededores de la Fortaleza de Gánelon, ni al Patio de Armas.
Miré a ambos lados de la calle y cerré la puerta de hierro. Me dirigí apresuradamente, con el cuadro, que era bastante pequeño, en mi mano, envuelto con unas sedas muy finas, a la muralla que delimitaba Caerleón.
Cuando me acerqué al túnel que llevaba al Patio de Armas, me acordé que debía pedir permiso al guardia de la Puerta del Rey. Llamé impaciente a la puerta de la torre del vigilante. Nadie respondía. Llamé un par de veces más y oí unos quejidos dentro de un hombre viejo: "¡Ya voy, hombre! ¿Quién viene a estas horas?" Entonces se abrió la puerta. El guardia, anciano, estaba en traje de dormir, llevaba barba blanca y tenía una tripa rechoncha. Ser Harreng no era el tipo de persona que se esperaría de alguien que es caballero.

- ¿Qué quieres ahora? - Me miró enfadado - ¿No sabes que a estas horas se debe estar durmiendo?

- Sí, ser, pero es   que debía entregar un recado urgente a Lord Bartish. - Dije, intentando explicarme.

- ¡Ah, sí! Dicen que ese señorito - puso mucho énfasis en la palabra - Vive de noche y se duerme por el día. ¿Qué quería?

- Un cuadro, ser.

- De acuerdo. En fin, puedes pasar, pero quiero algo de recompensa, - añadió - No está bien levantarse tan temprano.

- Gracias, ser.

Cuando Ser Harreng volvió adentro, me dirigí a la Puerta del Rey, que inmediatamente empezó a abrirse. Las rejas subieron hasta dejar el camino libre y seguí el camino. El camino seguía hasta un estrecho puente que cruzaba el Río de la Luz, y daba acceso al Patio de Armas real. En el Patio, reinaba el silencio. Aquél Patio, por lo que decían las muchachas del mercado, por el día estaba lleno de vida, con caballeros entrenando juntos, batiéndose en duelo. Pero sea como fuere, en aquel momento estaba completamente vacío, y bastante tétrico. La Fortaleza de Gánelon se erigía alta en medio como una gran montaña en medio de una diminuta ciudad. Era espléndido y aterrador a la vez.

Entonces sentí el miedo. Salí corriendo en dirección a la Torre de la Noche, donde vivía Lord Bartish, deseoso de acabar de una vez con aquél trabajo. Me di cuenta de que estaba empezando a amanecer lentamente. Debía darme prisa, Lord Bartish estaría a punto de irse a dormir. Llegué a la puerta y llamé rápidamente. Alguien exclamó de alegría dentro y me abrió la puerta. No era Lord Bartish.

- ¿Qué quiere usted? - me preguntó un hombre encapuchado con una larga capa negra.

- Vengo a ver a Lord Bartish, me dijeron que pidió un cuadro por encargo. - Saqué el cuadro - Aquí tiene.

- Ah, eh, sí, por supuesto - cogió el cuadro rápidamente y se dirigió a mí, al parecer nervioso, se acercó tanto que pude oler su apestoso aliento chocar contra mi cara - Ahora... vete.

Sin dudarlo salí corriendo, me dirigí al puente lo más rápido que mis piernas podían permitirse. ¿Quién era aquel tipo? Lo que más me preocupaba en aquel momento era salvar el pellejo. Pero, al llegar a la Puerta del Rey, aterrado, vi que estaba cerrada, y no había acceso a la torre para llamar a Ser Harreng. Sin querer, se me cayó la lámpara, y se rompió, quedándome poco iluminado por las primeras luces del alba. Me puse a gritar, a pedir ayuda. Alguien me agarró por la espalda. Tuve el tiempo justo para ver que era otro encapuchado y gritar, antes de desmayarme. Y desde entonces mi vida cambiaría para siempre, desde aquel amanecer. Un amanecer de la oscuridad.


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3 comentarios:

  1. Una gran historia ^^ ¿Habra continuación verdad?

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  2. Muy buena historia te felicito ^^

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  3. Guau gracias a los dos :D Por supuesto, estoy continuando la historia, tengo muchas cosas planeadas, de hecho tengo varios capítulos (aún por venir) escritos esperando que los leáis ^^

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